Y decidí respirar hondo
ese viento sin espera,
que me alborotada
impaciente el pelo
y lo que había dentro,
me acariciaba,
sin apenas saberlo,
me llenaba,
me inflaba,
y decidí que me envolviera,
con su baile casi enloquecido
de bailarín experto,
que se balanceaba
sobre una hoguera
a fuego lento,
entre cada tormentoso momento
de pensamientos ebrios
y dudas enardecidas,
que atravesaban mi cabeza,
agitadas como huracanes lentos,
por mí, decidiendo solos.
(Vivir es la cosa más rara del mundo, la mayoría de la gente solo existe. Oscar Wilde)
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