reflejada, su vida pasando,
veía rodar el tiempo, tranquila,
paisajes de otoño nuevo,
soplos que se iban de verano,
montones de atardeceres perfectos,
y en su sillón, acomodada,
con su soledad al lado,
juntas volando,
hacia cielos anaranjados,
que nunca se volvían negros.
(Cuando dejes de temer a tus vacíos, ya no sentirás el impulso de llenarlos con cualquier cosa.)
(Rafael Vídac)
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