brillando a los lejos,
en la oscuridad de la noche,
como los rayos del sol
entrando por la mañana,
en la ventana cerrada.
Tú, me gustas,
como me gusta el chocolate
saboreándolo a placer lento,
como cuando vuelo
empujada por el viento,
alzando mis alas libre.
No podrías gustarme más,
pero si más, de cerca y mejor,
a lo grande inmenso
mucho y demasiado.
Tú, me gustaste
a primera vista
a última vista
y a cualquier vista. (...)
(Uno de los secretos de una vida feliz está en darse constantemente pequeños gustos.
Iris Murdoch)
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