Después de un leve suspiro
retrocede al pasado
y se encuentra
con pequeños momentos,
de un radiante día de sol intenso,
a la sombra de una sombrilla,
puestos,
sudor de calor y frío,
pasajeros,
lo nada y lo poco de casi nada.
Diferentes mundos,
idiomas confusos,
que se iban enredando
en lenguas rotas
de labios fruncidos,
que se van acabando
en un simple adiós
por escrito,
sin dejar ningún velatorio,
sin dejar ningún tormento.
...Nunca fue tan dulce que te dieran calabazas...
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