Y se iba marchando el verano,
y con él,
los lamentos de un árbol
de tronco hueco,
el que daba sombra a todo aquello,
promesas de amor eterno,
ahora ya, fallecido.
y aquellas puñaladas
de letras marcadas,
palabras manoseadas,
heridas violentadas,
que se quedaron allí
como se quedaron en mí,
calcomiéndome por dentro,
pobre árbol tatuado,
pobre amor tronchado,
duradero como la flor
de aquel árbol muerto..
(¿Cuántos años se necesitan para olvidar un minuto.?)(...)
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