El, que se marchó
suavemente despacio
en un silencio alargado,
ella, que se fue detrás
con los ojos vendados,
ciega y tonta,
que borró las huellas de su destino,
que pisó los charcos del camino,
sin importarle,
si le salpicaba alguno,
que cambió el ritmo,
de su paso seguro,
sin medir su sentido absurdo,
rápido y fugaz,
como la estrella,
que no se ve nunca pasar
en la noche despejada.
El, que se escurrió,
entre el hueco
de una puerta entornada,
sin medias palabras, sin despedidas
que puedan quedar colgadas
y el recuerdo pueda sisearlas,
en el aire cálido
de estas noches calurosas,
despiertas de sueños,
en un verano intenso...
( Las personas son como la luna, siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie.Mark Twain)
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