Todos mis besos depositados
sobre unos labios serenos,
pacientes, esperándolos,
toda mi inconfesable pasión,
que enloquece agitando mi corazón,
en un tic-tac inevitable,
interminable, indomable.
Todas mis ganas encerradas,
entre cuatro paredes, encarceladas,
a ratos depositadas en un deseo,
en otros momentos, soñándolo,
que al abrir una ventana,
se va con el viento fresco
de este nuevo invierno,
que ya va enfriando mi cuerpo.
... y se va hacía algún sitio
en algún lugar lejano...
(Te espero cuando miremos al cielo de noche: tu allá, y yo aquí. Mario Benedetti)
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