toda aquella vida,
en la noche
despierta,
mirando las farolas,
y cuando llovía,
pisando los charcos,
distraída,
yo que te pensé,
por cada calle
que paseaba,
imaginándote,
cogido a mi cintura,
yo que te extrañé,
con el tiempo
que se perdía,
yo que te olvidé,
cuando no necesitaba
tu presencia,
porque ya me había acostumbrado
a tu eterna ausencia.
(Quien parecen ser débiles llevan la ventaja de sorprender a todos.)(...)
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