Lluvia intensa
de pensamientos
que surcan la tierra,
desenfrenados,
flor desolada
con pétalos marchitos
que caen sin prisa
sobre ella,
un pequeño insecto
que se posa
sobre hoja destrozada
de primavera alimentada,
antiguos recuerdos
que se lleva el viento
a otro cielo.
(Delicada pero inquebrantable.)
Me quedo adormecida,
mirando por la ventana
al sol que me abraza,
en este marzo loco
y poco a poco,
algunas nubes lo tapan
pero sigo tranquila
mirándolas,
instalada,
mis pensamientos limpios,
mis ganas renovadas,
y las nubes juguetonas
se van poniendo grisáceas,
mirando por la ventana
sin prisa,
hasta que la lluvia
los cristales salpica.
Con la flor que asoma
a la primavera,
con la brisa del viento,
aunque te balancee,
con el sol puesto,
con la noche
a cuestas,
colgada de una estrella,
aunque no brille,
aunque llueve sobre mojado,
aunque te salpiquen
los charcos,
pero siempre para delante,
aunque sea saltando.
Querido Cupido:
Otra vez me ves refugiada
de nuevo, en mi poesía,
escrita para ti, en este día,
en este febrero lluvioso,
me sigue gustando la lluvia,
pero tú, no,
tus flechas sin fuerza
no me llegan ni al pecho,
y en este día, tu presencia
me enoja.
Trescientos sesenta y cuatro,
que están en el calendario,
que también hay que tacharlos,
y el amor es día a día,
no, uno señalado.
Por haberlo conocido
en un momento extraño
bajo una tormenta disimulado,
por haber descubierto
su corazón oscurecido
ardiendo en su fuego,
sus palabras volverse humo,
por haber tomado sus manos,
por haber rozado sus labios
sucios y vacíos.
Surge podrido y con gusanos
como el mismo diablo
saltando de su propio infierno,
perfecto ángel caído...
(La más hermosa jugada del diablo es persuadirte de que no existe. Charles Baudelaire)
Mi más sentido pésame
que no destruyó mi risa,
a las palabras ardientes
bajo vasos de agua fría,
a los ratos esperando
que nunca llegaron,
a todas las flores
que no se marchitaron,
y a todo lo que quedó
bajo tierra sepultado.
(Jugaste a perderme y no pude evitar dejarte ganar.)(...)
Y llegó el día
en el que aprendió
curar sola
todas sus heridas,
pintó de colores su sendero,
dibujó un rincón nuevo,
con grandes ventanas
a un jardín repleto
al inmenso del cielo,
armarios llenos de recuerdos,
espejos que la desafiaban
mirándose sonriendo,
aún con la boca tapada...
