14 octubre, 2012

Tacto y sensibilidad.

Se cuela en el ambiente,
una fragancia prohibida,
un aroma que se expulsa,
robado,
para otro cuerpo deseado.
Se palpa una espesura,
con su entereza aguda,
su fuerza viva.
Se saborea un aliento fresco,
con unos labios compartidos
en el ruido de fondo
de dos corazones acelerados,
que se oyen más allá
del silencio hablado,
con palabras dulcemente calladas,
en un oigo colgadas.
No hay horizonte,
solo una distancia nula,
que se ve a través
de unos ojos cerrados.
Se va consumiendo la piel,
contra otra piel,
cuerpo ardiente, fuego candente,
y en ese momento...
se va parando el tiempo.

(El deseo es fósforo, ruido químico. Dylan Thomas.)

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