Y se fue la lluvia de abril,
con sus gotas en tono gris,
cayendo sobre las hojas
dejando el verde en los arboles.
Adiós al azul del chaparrón,
que dejó mojado a un corazón,
sin paraguas y atormentado.
Adiós al fresco de la primavera,
que dejó enfriada
a un alma helada y sin abrigo.
Cuando la tormenta
se vuelve tan violenta,
que escupe granizo,
quedándose en el camino acumulado.
Cuando esos trozos de hielo,
se vuelven violáceos
en los ojos amoratados.
Días y noches de lluvia fría,
que dejan charcos amarillentos
en el cuerpo duro y oxidado,
del color rosado de la vida.
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